#ElDato: Ambos jugaron juntos 10 años en el primer equipo y llegaron de la cantera.
Andrés Iniesta jugó este domingo ante la Real Sociedad su último partido con el Barcelona tras 22 años de romance. Xavi, su viejo amigo, le hizo una carta que ha conmovido a todos los hinchas del fútbol.
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Carta abierta de Xavi a Iniesta
Aún recuerdo la primera vez que vi jugar a Andrés. Yo estaba en el juvenil: él, en el infantil. Alguien del club me dice: ‘Xavi, abajo hay un chico que va a ser la hostia. ¡Dicen que es buenísimo!’ Están él y otro, Troiteiro, que viene a ser como Mario Rosas. Andrés se parece mucho a ti’. Pero cuando le vi jugar, me dije a mí mismo: «¡Qué va! ¡Este no se parece a mí como dicen! ¡Qué va! ¡Este es diferente!’ Este tiene más salida, más regate, se puede ir a una banda, es capaz de hacer una croqueta? Es muy diferente a mí porque yo juego de cuatro, mucho más posicional, como Pep en su época o Busi ahora. Andrés, en cambio, podía jugar de ‘cuatro’, de ‘ocho’, de ‘seis’ y hasta de extremo. Ya de niño se le veía una pinta de maestro por la manera en que utilizaba el cuerpo antes de recibir el balón, usando las dos piernas para jugar. Ahora puede parecer hasta normal, pero en esa época era revolucionario porque él igual hacía un control orientado con la pierna derecha que a la jugada siguiente lo ejecutaba con la izquierda. Lo que más sorprendía era ese estilo tan suyo de orientar el balón con el cuerpo, sin necesidad siquiera de tocarlo.
Lo veías jugar y era un espectáculo. Lo que pensabas fuera, él lo hacía en el campo. Parecía que hasta escuchaba tus pensamientos. Luego lo hacía con tanta naturalidad que daba la sensación de que ni lo pensaba. Andrés se asociaba bien, jugaba siempre con la cabeza levantada, no perdía bolas. O sea, conceptos que nosotros llevábamos años trabajando con Joan Vilà y que él llevaba metidos en su cuerpo desde origen. ‘Joder, es cuatro años menor que nosotros, pero este chico lo lleva innato’.
Andrés es, para mí, el jugador con más talento de la historia de España, que yo haya visto, eh. Tiene un talento espectacular. Si hablamos de la persona, es un escándalo. Un tío admirable en todos los sentidos. Ejemplar, altruista, empático, jugador de equipo, ganador, líder en el campo, siempre quiere el balón ¿Sabe la gente lo que significa eso? Cuando muchos no quieren la pelota ni en pintura porque es una encerrona, él siempre la pide. Andrés siempre la quiere. Cuando otros jugadores piensan «ay, ay, ay» o «no, no me la des, por favor, ahora no», Andrés venía y decía: «Venga, dámela. Dámela ya, por favor».
Es una bendición para los demás. Eso es tener personalidad, eso es ser un líder de verdad. Líder silencioso, pero líder auténtico. Yo, que toda mi vida he sido un pasador, necesitaba jugadores como Andrés, como Leo, como Busi. Habéis sido los mejores socios que he tenido nunca. Ellos te daban siempre la salida adecuada por muy mal que estuviera el panorama. No sé por dónde, pero Andrés siempre me aparecía en el momento justo. ‘¡Mírame, estoy aquí!’ Pero no me lo decía hablando. Tampoco hemos sido de hablar mucho en el campo y eso que hemos jugado juntos más de 10 años. No hacía falta. Nos entendíamos con la mirada. Su lenguaje corporal era la mejor manera de comunicarse. También es verdad que Andrés se ha salido de lo puramente académico. A veces, durante los partidos nos quedábamos mirándole. ‘¿Pero qué demonios ha hecho? ¿Cómo se ha escapado? ¡Si era imposible!’ Daba la sensación de que no había cosas imposibles para él cuando conectaba con el balón. Regate, último pase, aceleración, pared, desequilibrio, es feliz jugando por dentro, es feliz pegado a la banda. Es un maestro, un verdadero maestro.
Además, la gente creía que Andrés no era fuerte. ‘¡Que si eras poca cosa¡ ‘Que si eras endeble! ¿Endeble?’ Ni mucho menos. Cuando pone el cuerpo, no le quitan el balón. Está fuerte, pero fuerte de verdad. Mira la cantidad de partidos que ha jugado en su carrera. Ha sido ejemplar hasta en esto. Al final, la mentalidad es la clave de todo. Y él ha sido muy fuerte en todo, especialmente en esos malos momentos que muchos no saben. Lo pasó mal por vivir lejos de su familia y ahora seguro que si le preguntan dirá que el sacrificio mereció la pena. Pero, ¿quién sabía que esto acabaría así? ¿quién te lo iba a garantizar? Nadie. Es tan difícil, tan duro, tan complicado, tan largo. Lo más normal es no llegar. Pero esa mentalidad tan fuerte que tiene es la que ha hecho llegar hasta aquí.
Al final, Andrés es un tío que tiene ángel. No me preguntes por qué, pero él lo tiene. Es como Iker Casillas. El resto no lo tienen; ellos, sí. Tienen ángel porque en el momento justo te sacan de la chistera el pase ganador, la parada ganadora, el balón ganador, el gol ganador. Lo hemos vivido con Andrés en el Barça, en la selección. En Stamford Bridge, en Johannesburgo, hasta en esa final de infantiles en el Camp Nou, cuando yo fui a verlo con Pep, ambos estábamos en el primer equipo, marcando el gol de oro en aquel partido. Mira lo que pasó en el Mundial. Si alguien tiene tiempo y ganas que mire el partido contra Holanda. No, no hablo solo del gol. Si repasan la final se darán cuenta de lo que hizo realmente. ¿Pero por qué marcó Andrés el gol Porque debía marcarlo él. No podía ser otro. ¿Quién podía ser? Alguien con ángel. O sea, Andrés. Una persona honrada, un currante de verdad.
Y recordar ahora que decían que no podíamos jugar juntos. Ya se sabe, máquina. ¡Esto es el Barça! Un club lleno de debates. A mí me sabía mal por él porque siempre dije que yo necesito a mi lado a personas que se asocien. Yo me entiendo mejor con los de calidad técnica, que no con los físicos. Claro que esos jugadores fuertes son importantes, pero mira a Andrés, Leo y Busi? Me jodían esos debates en los que se decía que el Barça necesitaba músculo. ¡Pero qué me estás diciendo! El músculo más importante para jugar a fútbol es el cerebro, como ya decía Cruyff. Es el más importante y valioso. Es verdad que los dos lo sufrimos en silencio. Ambos somos muy callados. Por eso, tengo mucha sintonía con Andrés. Soy como él. Prefiero callar e imponerme donde debo, en el campo: ‘Vale, vienen tres jugadores nuevo, pues perfecto? ¡Me va de puta madre! ¡Voy a competir con esos tres aunque hayan costado 250 millones de pesetas! ¡Voy a demostrar que puedo ser futbolista del Barça!’ Esa es la mentalidad que tuvo en su día Andrés o la de Busi, por ejemplo, con Yaya Touré. El que no piensa así, se viene abajo. Hay dos opciones: rebelarte como hicimos nosotros o caer en el desánimo pensando en que no saldrás de esta.
Recuerdo, por ejemplo, lo que le pasó justo antes del Mundial de Suráfrica. Estábamos un día entrenando en la ciudad deportiva cuando, de pronto, oigo a Puyol gritar: ‘¡Nooooooooooo?.!’ Yo no sabía qué había pasado, pero al girarme le veo saliendo del campo destrozado, llorando, abatido?. No salía de una lesión y llegaba otra.
Había dudas incluso de que llegara al Mundial, pero lo acabó superando gracias a esa mentalidad tan fuerte. No olvido aquella charla en el vestuario de Mónaco, tras la final de la Supercopa que ganamos con el gol de Pedro. ‘¡Andrés, tío, te necesitamos. Aquí eres muy importante. Muy, muy, muy… No puede ser que sigas así, Andrés. El Barça no se puede permitir que tú no estés jugando, tío. Te necesitamos de verdad. Es que eres diferente. Cuando no estás máquina, nos cuesta el doble. Creételo Andrés, por favor, creételo porque nosotros lo creemos así. Te necesitamos!’ Mira que yo no soy de abrirme mucho, pero todos veíamos que Andrés estaba en una especie de crisis existencial, en aquellos meses donde le coincidieron todas las cosas malas.
Pero él, con la ayuda de su familia, le dio la vuelta a todo gracias a esa increíble mentalidad. A veces, tengo la sensación de que no se puede explicar con palabras lo que es Andrés como jugador. Lo hace todo tan fácil que crees que todos pueden hacerlo. ¡Mentira! Nadie lo puede hacer como él. En el campo, se transforma. Ahí aparece su verdadera personalidad. Es su hábitat natural. Es un vicioso del balón. Si no lo toca, no es feliz. No recuerdo un partido grande en el que no haya aparecido. No lo recuerdo porque no existe. Andrés siempre está. Además, nunca te he visto levantar la voz. Nunca. Cuando se ha quejado lo hizo con respeto, con argumentos, pero sin chillar ni gritar. Hasta en eso es un ejemplo. Siempre ha puesto al equipo por delante de la individualidad, algo que no es nada fácil porque todos tenemos nuestro ego.
Todavía recuerdo la Champions del 2006 cuando yo me rompí el cruzado y él asumió toda la responsabilidad. Jugó de medio centro, ¡sí, de medio centro! en Lisboa y Milán. ¡Menudo espectáculo dio ahí! Llegamos a la final de París y Rijkaard no le pone de titular. Cuando me entero, le digo a Puyi: ‘¿No juega, Andrés, nano? No juega, no juega. ¿Pero cómo es que no juega?’ Entonces, Puyi me responde: ‘No sé, no sé’. En realidad, nadie lo sabía ni tampoco lo entendía porque venía de hacer auténticos partidazos en Lisboa y Milán. Cuando él apareció en la segunda parte, todo cambió. Puso en orden las cosas. A su manera, claro. Calladito, sin decir nada, pero, junto a Larsson y Samuel, cambiaron la final. Seguro que por dentro llevaba un cabreo de narices, pero lo primero que hizo fue pensar en el grupo y en el equipo. Ese cabreo le ayudó a ser aún mucho mejor. Otro habría tirado las botas en el vestuario o habría reaccionado mal. Él, no. Eso le hace más fuerte. Con su estilo, sin decir ni una palabra, pero demostrando en el campo que se habían equivocado con él. Ese es Andrés. Ahora que estoy medio fuera del fútbol de elite te das cuenta de lo qué ha sido, de lo qué es y de lo qué representa. Cuando salga del Barça, entenderá lo que digo. Ha ganado todo, ha jugado increíble, es respetado por todos y admirado por el mundo. Sale como se merece, es un ejemplo porque nunca tuvo una mala palabra, un mal gesto, una mala cara. Mira cómo lo quieren en todos sitios. Pronto sabrás lo que has hecho de verdad, máquina.